Fue entonces un día, de manos secas de uñas sucias, de cuartos humanos, de corazones y almas, y fue entonces que los enanitos huyeron, cuando al alejarse se sintieron gigantes de cuentos, y perdían el mando de ellos, dejando las puertas abiertas para los recuerdos, para los guerreros, y fue entonces que los enanitos crecieron...

-Angélica M. Coderque-

20/12/13

Bien, gracias.

Me contaron sobre Arturo, de su no muy importante historia, Escuche que Arturo tenía ganas de hablar un rato, pero cómo ahora es más fácil encontrar un gobernante honesto que un buen confidente, tuvo que callar por un largo tiempo, haciendo algo que es muy usual ver en la multitud; por si acaso le preguntaban "¿cómo está?", "¿cómo va?" su respuesta era casi desapercibida igual que la de todos, "bien, gracias"; ¿no es eso lo que acostumbramos decir sin escuchar bien la pregunta?.

Arturo pasó semanas enteras buscando un buen oído, uno que escuchará y si no escuchaba que al menos comprendiera, vaya misión épica porque podía notar el desespero de sus acompañantes por responder a cada oración con una pregunta, como si de una entrevista se tratara. Como si el encuestador supiera desde un principio que todas las respuestas serían arregladas. Cada pregunta llevaba a Arturo a mentir, o simplemente a complacer a sus acompañantes diciendo lo que querían escuchar, ¿qué podía hacer?, si los seres humanos son expertos en encontrar soluciones a los peores problemas con un par de copas en la cabeza. Entonces Arturo simplemente dejó de buscar, y se dedico a ignorarse a si mismo, diciendose todas las mañanas "bien, gracias", haciendo las mismas preguntas ¿qué tal tu día?... mirando el reloj; entonces no solo pasaron semanas, también pasaron meses y un par de años. Arturo seguía bien, y si de repente no lo estaba seguro era por el clima, por mucho trabajo, por el trafico, o por los niños.

Muchas excusas hacen a un hombre un gran mentiroso,  Arturo aprendía a mentir y lo hacía con fluidez, nada lo detenía hasta que empezó a desaparecer. Desaparecieron sus miedos por que ya no sé detenía si se encontraba en oscuridad. Desaparecieron sus ojos, Arturo ya no podía ver, Arturo ya no percibía. Desapareció su encanto, era solo un hombre más con traje. Desaparecieron sus pies y con ellos sus pasos, Arturo se encontraba detenido en el tiempo, sin poder mirar atrás o adelante, se estaba enterrando y el era quien sujetaba la pala. Arturo desaparecía y lo hacía lleno de fantasmas a su lado que hacían una nueva pregunta... "¿por qué?", "¿por qué desaparecemos si lo hicimos todo bien?".

Arturo pudo responder. Por primera vez pudo ser uno de los que responden y lo hacen con la lengua suelta; porque no lo hacemos realmente bien, porque simplemente lo hacemos, no lo hacemos "bien", no lo hacemos "mal", simplemente lo hacemos sin tener un verdadero por qué, porque es más fácil seguir la corriente  que nadar en contra de ella, porque es más fácil complacer  al mundo entero, que dejar al mundo entero por complacerse a si mismo, porque es más fácil intentar comprar la felicidad que alcanzarla realmente; porque es más fácil decir "bien, gracias" a preguntarse ¿por qué?.