Fue entonces un día, de manos secas de uñas sucias, de cuartos humanos, de corazones y almas, y fue entonces que los enanitos huyeron, cuando al alejarse se sintieron gigantes de cuentos, y perdían el mando de ellos, dejando las puertas abiertas para los recuerdos, para los guerreros, y fue entonces que los enanitos crecieron...

-Angélica M. Coderque-

19/7/11

Las pequeñas cosas de Charlotte..

Combinar los colores con un poco de ron y sudor se volvió un arte para Charlotte, ella carga fotos y recuerdos que se deshacen con las pisadas del tiempo, cocidas con hilo grueso están las puertas del baúl que lleva Charlotte, tiene miedo de dejar en el camino el equipaje con los condimentos adecuados para hilvanar la vida, se arrepintió alguna vez de archivar trapos viejos que tomaron espacio sin preguntar, en las noches habla con la luna y sobre el fuego mezcla pasas con limón, un poco de hierva fresca y góticas de licor, en una copa ha de servir fideos enmarañados calcando los nudos que alguna vez acumulo su corazón, y la cuchara de metal lleva el necesario gusto para endulzar, a fuego lento ella le agrega a su receta algunos vinilos que dejaron de sonar, llevan filo y son del bueno con el que alguna vez bailó y entre tragos lloró. Al escaparse el humo de la olla Charlotte junta algunos trapos, y sobre la mesa finge un fino mantel, y al final de tanto andar, después de tanto caminar, la mesa es su baúl, los viejos trapos su mantel, y a la mesa la decoran las pequeñas cosas de Charlotte; un minuto de silencio y con la mesa hecha, Charlotte nunca estará satisfecha si no tiene a su lado a esas manos que por chicas es que a la receta pueden el condimento secreto agregar, Charlotte sabe que esos sobrios labios rojos son los únicos que pueden degustar, esas cosas que bajo llave y sin dejar mirar a nadie llevó… en el fondo sabe que solo con ella combinan bien el azar, las noches bohemias, sus pasos, y las pequeñas cosas de Charlotte.