Fue entonces un día, de manos secas de uñas sucias, de cuartos humanos, de corazones y almas, y fue entonces que los enanitos huyeron, cuando al alejarse se sintieron gigantes de cuentos, y perdían el mando de ellos, dejando las puertas abiertas para los recuerdos, para los guerreros, y fue entonces que los enanitos crecieron...

-Angélica M. Coderque-

8/3/19

La demora

Iba tarde. Prefería mirar al frente y teniéndote a mi lado, nunca te vi. 
Me demoré y mientras mis lagrimas eran ajenas, tu limpiabas del suelo mi llanto, sostenías mi mano y evitabas mis caídas aunque yo replicaba que estaba sola y que conocía el fondo. 

Impuntual, corría para llegar algún lugar, tú me tomabas entre los brazos y suplicabas por un poco de mi. Curabas mis heridas, disimulabas las tuyas. 

Ciega y completamente llena de arrogancia quemé todos los caminos y aunque tu mano siempre estuvo sobre mi hombro, nunca te vi. 

Ebria de resentimiento, señalando a la multitud, juez y verdugo pero ciertamente culpable. Perdida y llena de angustia sin saber que ese instante a tu lado era todo lo que necesitaba. 

Yo llorando, tú riendo. Yo gritando, tú en silencio. Yo amando, tú sufriendo. Yo yendo tarde, tú siempre yendo a tiempo.