Fue entonces un día, de manos secas de uñas sucias, de cuartos humanos, de corazones y almas, y fue entonces que los enanitos huyeron, cuando al alejarse se sintieron gigantes de cuentos, y perdían el mando de ellos, dejando las puertas abiertas para los recuerdos, para los guerreros, y fue entonces que los enanitos crecieron...

-Angélica M. Coderque-

21/10/19


Yo, mis depresiones, mi ansiedad, mi suerte, mi soledad. Trato de irme abajo, de llevarme al fondo, de viajar muy lejos. Poniéndome al lado incorrecto de las cosas. Ahí están de nuevo mis miedos dando vueltas en mi cabeza; ahí estoy yo también halándome al lado positivo de la historia. Es una pelea de dos incoherentes que nunca logran ponerse de acuerdo.

Y ahora mis ojos están diciendo más que mis palabras y mis pulmones empiezan a pasar algo más que humo en cada bocanada. Al borde del abismo con cada paso de baile y odiando todo lo que un día amé. Marcando una retirada segura.

He descubierto que tengo una buena habilidad, he conseguido cambiar los recuerdos a mi antojo, he conseguido volverme tan buena actriz que logro engañarme; lo que veo en mi reflejo, no se parece a nada que haya existido en el pasado, he logrado un camuflaje con el que logro pasar desapercibida hasta para mi. 

Esta no es una declaración triste, mucho menos tiene tonos de felicidad. Más bien se trata de una construcción en el centro de la balanza, una donde los insultos o halagos no son capaces de llegar. Es una declaración de independencia, de ruptura y de tranquilidad en donde me he encontrado completa en soledad.