Fue entonces un día, de manos secas de uñas sucias, de cuartos humanos, de corazones y almas, y fue entonces que los enanitos huyeron, cuando al alejarse se sintieron gigantes de cuentos, y perdían el mando de ellos, dejando las puertas abiertas para los recuerdos, para los guerreros, y fue entonces que los enanitos crecieron...

-Angélica M. Coderque-

21/10/19


Yo, mis depresiones, mi ansiedad, mi suerte, mi soledad. Trato de irme abajo, de llevarme al fondo, de viajar muy lejos. Poniéndome al lado incorrecto de las cosas. Ahí están de nuevo mis miedos dando vueltas en mi cabeza; ahí estoy yo también halándome al lado positivo de la historia. Es una pelea de dos incoherentes que nunca logran ponerse de acuerdo.

Y ahora mis ojos están diciendo más que mis palabras y mis pulmones empiezan a pasar algo más que humo en cada bocanada. Al borde del abismo con cada paso de baile y odiando todo lo que un día amé. Marcando una retirada segura.

He descubierto que tengo una buena habilidad, he conseguido cambiar los recuerdos a mi antojo, he conseguido volverme tan buena actriz que logro engañarme; lo que veo en mi reflejo, no se parece a nada que haya existido en el pasado, he logrado un camuflaje con el que logro pasar desapercibida hasta para mi. 

Esta no es una declaración triste, mucho menos tiene tonos de felicidad. Más bien se trata de una construcción en el centro de la balanza, una donde los insultos o halagos no son capaces de llegar. Es una declaración de independencia, de ruptura y de tranquilidad en donde me he encontrado completa en soledad. 

8/3/19

La demora

Iba tarde. Prefería mirar al frente y teniéndote a mi lado, nunca te vi. 
Me demoré y mientras mis lagrimas eran ajenas, tu limpiabas del suelo mi llanto, sostenías mi mano y evitabas mis caídas aunque yo replicaba que estaba sola y que conocía el fondo. 

Impuntual, corría para llegar algún lugar, tú me tomabas entre los brazos y suplicabas por un poco de mi. Curabas mis heridas, disimulabas las tuyas. 

Ciega y completamente llena de arrogancia quemé todos los caminos y aunque tu mano siempre estuvo sobre mi hombro, nunca te vi. 

Ebria de resentimiento, señalando a la multitud, juez y verdugo pero ciertamente culpable. Perdida y llena de angustia sin saber que ese instante a tu lado era todo lo que necesitaba. 

Yo llorando, tú riendo. Yo gritando, tú en silencio. Yo amando, tú sufriendo. Yo yendo tarde, tú siempre yendo a tiempo. 

4/1/19

Mitómanos



Corremos como gacelas, dando zancadas por los aires, arrasando del suelo las huellas, perdiendo todos los sentidos. Vamos a toda prisa sin ser alcanzados y sin alcanzar a nadie, dando círculos en nuestro propio eje; remolinos de polvo, fouetté en tournant... descontrolándonos sin dejar de planear cada paso. 

Gritamos ¡No me dejes por favor! Aferrados a la soledad y tan llenos de todo pero hundidos en la melancolía. Cabalgando nuevas tierras, estrenando camuflajes cada fin de año pero acurrucados en la noche cuando nadie nos ve. Con la equivocación en las manos y exclamando ¡Esta vez acerté! Como niños que no saben perder. Fingiendo que la vida sigue aunque las motivaciones cambien cómo cambia la iglesia católica de posición. Buscando un oficio estable para olvidar las penas sin siquiera mantener el equilibrio cuando estamos en píe. Andando calle arriba y calle abajo buscando una ubicación que sabemos es inexistente. Escupiendo al cielo y maldiciendo al pasado que una vez dijimos era para siempre.