Fue entonces un día, de manos secas de uñas sucias, de cuartos humanos, de corazones y almas, y fue entonces que los enanitos huyeron, cuando al alejarse se sintieron gigantes de cuentos, y perdían el mando de ellos, dejando las puertas abiertas para los recuerdos, para los guerreros, y fue entonces que los enanitos crecieron...

-Angélica M. Coderque-

13/11/15

Una herida que no seca, que no cierra y que huele a dolor se abre paso por el cuerpo. Los poros de la piel, quebrados, a pedazos van cayendo como arcilla seca, se van las alegrías como boronas en sus manos, se deslizan las ilusiones, se escapa la fe. Una niña con falda a los talones grita con los labios sellados, diminuta y con los ojos secos busca ciega una salida, manos gigantes la retienen, atan sus pies, secuestran su alma y la ahogan en silencio.