Fue entonces un día, de manos secas de uñas sucias, de cuartos humanos, de corazones y almas, y fue entonces que los enanitos huyeron, cuando al alejarse se sintieron gigantes de cuentos, y perdían el mando de ellos, dejando las puertas abiertas para los recuerdos, para los guerreros, y fue entonces que los enanitos crecieron...

-Angélica M. Coderque-

1/9/10

Hoy Bogotá se torna oscura,
las nubes cubren el cielo
y gotas empiezan a caer,
el ruido es continuo, la gente es indiferente,
el tiempo es corto y eterno,
en esta enorme ciudad se siente la ausencia
de miradas robadas y sentimientos bohemios,
de momentos en calma y susurros en el silencio.
El frio que existe en el ambiente
parece helar las almas ya sin risas, invisibles, rencorosas.

Y aunque el ambiente se torne vacío,
abundan las ilusiones en un rincón,
un lugar escondido y refundido en el paisaje
de caras sin expresión...
Camuflado, acorralado y confundido
se encuentra un corazón...
Un corazón que arde fuerte y muy adentro,
un corazón que hace temblar el suelo
cuando escucha cada palabra de su voz.

Vuela y se despega lejos del suelo
y a los segundos vuelve a bajar,
inquieto de ella,
despierto por ella,
escondido por ella...
Ella quien infinitamente lejos, se siente tan cerca,
distante y cercana, muy adentro y muy afuera,
ella quien hace enloquecer al oculto corazón,
que espera pacientemente,
esperando poder salir a buscarla entre sueños perdidos
y en su imperfecto perfecto interior.






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